El nombre de Georgette Phillipart de Vallejo nos viene a la mente el testimonio de muchas personas, la mayoría de ellas vinculada con el mundo literario y editorial.
Todos estos testimonios, por más dispares que sean, coinciden en un punto: el carácter vehemente y reivindicativo de la viuda del poeta. El sinuoso camino de Georgette hacia Vallejo se inicia el 7 de enero de 1908. A los seis años contrajo tuberculosis y durante buen tiempo Georgette vivió en Bretaña, al norte de Francia.
En una entrevista para la revista Triunfo, realizada por Ernesto González Bermejo, Georgette dice creer en la predestinación.“Cuando entré al colegio, tendría once años, como todas las colegialas, soñaba con mi príncipe encantado (...).
Yo dibujé el perfil de mi futuro príncipe encantado y ese príncipe tenía treinta y cinco años, era sudamericano... y poeta. El perfil era exactamente el de Vallejo.” En tanto, en 1923, el poeta peruano parte a París para nunca más volver al Perú. Vive casi siempre en medio de penurias económicas. Al poco tiempo, Vallejo conoce a Henriette Maisse, una humilde modista que permanecerá con él hasta 1928.
Georgette Phillipart era una muchacha de dieciocho años que vive en un departamento frente al de Vallejo y le llamaba la atención “ese hombre extraño de piel morena y enérgicas facciones aindiadas (...)”.
En 1929, comienzan a vivir juntos. Desde entonces, los periplos personales y políticos de Vallejo y Georgette se fusionan. Recorren Europa pregonando los principios del marxismo, lo cual le acarrea la expulsión de Francia. En 1930, la pareja se establece en Madrid.
Vallejo republica Trilce y colabora en la revista Bolívar, de su amigo Pablo Abril, lo cual alivia en cierto modo sus penurias económicas.En 1934, vuelve a Francia y se casa con Georgette.
Sin embargo, regresa a España, donde, además de sus colaboraciones periodísticas, forma comités de defensa para la República. Georgette está presente en cada encuentro de escritores que se realiza para apoyar la causa.
Vuelta al Perú
La muerte se cierne sobre Vallejo en 1938. En 1951, ella emprende viaje al Perú y al año siguiente conoce Santiago de Chuco. El Gobierno le concedió una pensión y Georgette se quedó a vivir en Lima.
El ilustre historiador Raúl Porras Barrenechea fue su protector mientras pudo. Pero más tarde su pensión fue reducida y su enojo fue tal que llegó a destruir algunos recuerdos del poeta.
Por eso, la viuda se convierte en la más tenaz y denodada defensora de los derechos de Vallejo, frente a editores, escritores y fabuladores de mitos. Danilo Sánchez Lihón relata que “dormía con la mano aferrada a la escultura de la mano de él que se la tomó en yeso, aún en el lecho de su muerte”. “Lo único que le faltaba para vivir plenamente eran sus pasos”.
Un accidente ocurrido en 1979 obligó a Georgette a internarse en la clínica Maison de Santé. Sin embargo, no pudo más moverse. Murió el 4 de diciembre de 1984. Su tumba yace en el cementerio de Jardines de la Paz, mientras que su amado César descansa eternamente en Montparnasse. Así fue su voluntad.
Sentido homenaje
Este lunes 7, a las 19.00 horas, en el Instituto Porras Barrenechea (Colina 398, Miraflores), el comité Centenario de Georgette Vallejo realizará un homenaje a la memoria de Georgette Vallejo. Participarán: Luis Jaime Cisneros Visquerra (testimonio de amistad por escrito), Rosa Emma Robles, Danilo Sánchez Lihon, Delfina Paredes, Fernando de Szyszlo, César Vallejo Ynfantes y Avelino Rodríguez (interpretación musical). Modera: Luis Anamaría. El ingreso es libre.
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