Las camionetas no descansarán hasta llegar a Izcosacín, un oasis amazónico que reposa en los confines de Oxapampa, al pie del parque nacional Yanachaga-Chemillén
Recordar es volver a viajar. La caravana acaba de partir, en una travesía de un día y medio, hacia la Amazonía de Izcosacín, la zona más exuberante de la provincia de Oxapampa, en Pasco. Penetramos la Carretera Central y en Chosica aprovechamos para alimentar el 'cooler'. Ascendemos por Ticlio, La Oroya y el recorrido se estira hasta alcanzar el óvalo de Tarma, la señal para tomar ruta a las profundidades de la selva central. "De aquí no paramos hasta Villa Rica", anuncia por radio el jefe de la expedición desde su Mitsubishi roja. "Diez-cuatro (okay)", respondemos los pilotos desde las camionetas
Amanece y el hotel Rapallo de Villa Rica nos despide con su hermosa laguna que estuvo cubierta por la noche. Tomamos ruta sin contratiempos, cruzando los poblados de Eñeñas, alto y bajo San Juan de Cacazú, decorados con la diversidad de la flora y fauna que crece a ambos lados del río Palcazú, que circunda los vistosos paisajes del Parque Nacional Yanachaga-Chemillén. El río Cerveza, llamado así por sus aguas rubias, representa la primera prueba de vadeo y las 15 camionetas lo cruzamos sin contratiempos. Izcosacín es un caserío de un centenar de casas que descansan bajo la sombra de las palmeras. Está ubicado a solo tres horas de Pampa Limeña, nuestro destino final; pero antes, la caravana tiene que cruzar el impredecible cauce del río que corta el pueblo, no existe otra ruta.
Comienza la acción. Las camionetas vadean el río por un tramo de 300 metros y parece imposible cruzarlo. Pero los guías de Alta Ruta 4 x 4 han calculado hasta el más mínimo detalle, así como los obstáculos que presenta el fondo pluvial. Nos recomiendan enganchar la caja de cambios en primera o segunda 'low', manteniendo una velocidad constante y suave, para evitar que nuestro paso forme una ola y esta cubra la camioneta. Empleando una buena técnica, en el 'off road' no existen los obstáculos y es así que la caravana en pleno acaba de arribar a Pampa Limeña.
La finca Farol Blancas es muy parecida a la casa de la familia Ingalls। Por la lejanía, solo una vez al año reciben visitantes y nos han preparado una gran sopa para el frío। Las noches están estrelladas de luciérnagas y con ellas, los bosques oscuros parecen alumbrados por arbolitos de navidad. Los días son luminosos, desnudan la finca de la oscuridad que está cercada por la sombra de las palmeras y sus cocoteros. La piscina está inundada de agua fresca y nos invita a tomar una cerveza mientras nos mimetizamos con el imponente verdor de la cordillera del Yanachaga-Chemillén y sus silencios insondables, relajantes. Mientras tanto, a unos metros, nuestros anfitriones ya han cavado una poza para almorzar una gran pachamanca con carne de cerdo, maridada con los vinos que esperaban en el 'cooler'. Todos los días se pasan así, al ritmo de la naturaleza y poniendo a prueba nuestra capacidad de manejo; conduciendo las camionetas hacia los parques de barro de Pampa Limeña. Los aventureros aún no hemos planeado la ruta de retorno, pues aquí somos felices.
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