Koricancha es testigo de excepción de la fusión de las culturas Inca y occidental, siendo uno de los más importantes templos del Tahuantinsuyu, sus muros de piedra finamente pulida sirvieron como cimiento para la construcción del Convento de Santo Domingo.
El templo, cuyas suntuosas paredes se dice que estuvieron recubiertas por láminas de oro y plata, estuvo dedicado al culto del sol, albergando en ocasiones imágenes del Trueno y Wiracocha, deidades traídas de distintas regiones y momias de gobernantes.
El culto en el interior del templo estaba restringido a las más altas personalidades de la época y hasta él llegaban desde lejos representantes de las poblaciones no incas de todo el Imperio para rendir culto y tributo a los dioses del Tahuantinsuyu.
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